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Adrían White es un artista visual que utiliza la noción de rastro como un

recurrente poético en su investigación sobre el espacio y

específicamente sobre la construcción del paisaje. Su práctica es una

colección de encuentros entre ideas, materiales y afectividades, que

integra la caminata con procesos extensos de dibujo y escultura.









“ La tierra

responde

a su presencia y él

acoje la energía

del abuelo que

aprendió a ser

tiempero

floreciendo 

árboles que se

habían secado,

transformando

alambres en

serpientes. ”



                                                La primera imagen: una pipa de agua.

Una pipa y una ciudad: rascacielos

en una especie de desierto y antes,

todavía, unas milpas resistentes.











Estamos en Tlaxcalancingo, una franja de

territorio consumido en los dosmiles entre

Cholula y Puebla, en donde poco a poco se

fueron expropiando y comprando tierras, se

empezaron a poner rejas de alambre de púa

alrededor de baldíos, a construir casas

blancas con ventanas horizontales, a hacer

carreteras altas para coches rápidos.





Un tamalero sube una ciclovía elevada y la

pendiente empuja por detrás el peso del

vehículo, como si la nueva infraestructura lo

rechazara.  Ahí mismo, donde ahora pasa el

Periférico (periférico ecológico le dicen, vaya

ironía) en el temblor de 1985 se abrió una

grieta larga y profunda, casi una

premonición. Estamos en el cierro

Acahualtepetzin.  “Aquí -, dice Santiago Coatl,

tiempero - se viene para pedir en un

momento de necesidad.  Si necesitas algo,

algo vas a encontrar. Si tu cuerpo no

descansa, entonces abraza un árbol, deja ahí

tu energía y que él te regrese otra.”




El cerro parece una piedra grande con una

cruz encima; al bajar Santiago nos pasea a

ver casas construidas sobre piedras,

monumentos para las sirenas que vivían ahí

donde el agua abundaba y pozos antiguos.

Cuando se rasga un pozo encontrar una

piedra grande puede ser un problema, hay

que removerla y a veces se tarda días.

Santiago excava con sus hijos. El más

grande, Santiago también, siente el agua

como él, bajo la suela de los zapatos, como

una vibración gentil. La tierra responde a su

presencia y él acoje la energía del abuelo

que aprendió a ser tiempero floreciendo

árboles que se habían secado,

transformando alambres en serpientes.

Santiago dice que sentir es la

responsabilidad y el gusto de servir.