Un tamalero sube una ciclovía elevada y la
pendiente empuja por detrás el peso del
vehículo, como si la nueva infraestructura lo
rechazara. Ahí mismo, donde ahora pasa el
Periférico (periférico ecológico le dicen, vaya
ironía) en el temblor de 1985 se abrió una
grieta larga y profunda, casi una
premonición. Estamos en el cierro
Acahualtepetzin. “Aquí -, dice Santiago Coatl,
tiempero - se viene para pedir en un
momento de necesidad. Si necesitas algo,
algo vas a encontrar. Si tu cuerpo no
descansa, entonces abraza un árbol, deja ahí
tu energía y que él te regrese otra.”
El cerro parece una piedra grande con una
cruz encima; al bajar Santiago nos pasea a
ver casas construidas sobre piedras,
monumentos para las sirenas que vivían ahí
donde el agua abundaba y pozos antiguos.
Cuando se rasga un pozo encontrar una
piedra grande puede ser un problema, hay
que removerla y a veces se tarda días.
Santiago excava con sus hijos. El más
grande, Santiago también, siente el agua
como él, bajo la suela de los zapatos, como
una vibración gentil. La tierra responde a su
presencia y él acoje la energía del abuelo
que aprendió a ser tiempero floreciendo
árboles que se habían secado,
transformando alambres en serpientes.
Santiago dice que sentir es la
responsabilidad y el gusto de servir.