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Santo Miguelito Pérez es un artista que trabaja a partir de su identidad

y sus transformaciones, recurriendo a menudo a técnicas artesanales,

a la danza y al performance.









“ Entrar en el

vapor. Que se

empañen las

gafas, que nos

quitemos la ropa.

Creo que

desnudxs somos

todxs distintxs,

aun más distintxs

que vestidxs. ”



                                                Desmugrar, masajear, enjabonar,

sobar…y algunas veces salar,

enzufrar, enmielar.











Hay que estar lo más que se aguante, hay

que estar solxs o acompañadxs mientras el

calor del agua nos atraviesa y al salir se

hace gota, se hace sudor, se condensa. Cae

al piso y eventualmente regresa a ser vapor.





De niñx se va con la familia y cuando unx  se

hace un poco más grande, vas con el papa y

los tíos si te consideran niño, con mamá y las

tías si te consideran niña. Te acercas al vapor

y buscas que te queme, o que queme a tu

primx o hermanx. No necesariamente en ese

entonces te gusta sentir la carne que se

ablanda. Dicen que - después de un rato de

estar ahí - hasta los huesos se hacen

blandos. Y tus oídos ni se diga, ese sibilo

estridente que te perturba y que de chicx no

entiendes.  Tomar pulques, cervezas o rusas

si estamos crudxs. Comer, eventualmente.

Estar en lo que llaman un temazcal pero que

nada tiene que ver con los toritos, o con los

materiales orgánicos.



Este temazcal se hizo un baño casi

doméstico: azulejos, regaderas, bracero, y

- eso sí - un ramo de plantas medicinales,

mágicas, aromáticas que cambian todas las

horas. Ser pacientes para que el movimiento

lento del trapo remueva lo muerto del cutis.

Cada quien tiene su trapo y algunxs tienen su

piedra, la herramienta responde a la mano y

al volumen del cuerpx. Hay manos de otrxs

que te arreglan tus huesos, y manos que te

enjabonan. Hay personas que en el vapor se

mueren; me gusta pensar que también su

alma se haga líquida y se escabulla del

cuerpo como agua.