De niñx se va con la familia y cuando unx se
hace un poco más grande, vas con el papa y
los tíos si te consideran niño, con mamá y las
tías si te consideran niña. Te acercas al vapor
y buscas que te queme, o que queme a tu
primx o hermanx. No necesariamente en ese
entonces te gusta sentir la carne que se
ablanda. Dicen que - después de un rato de
estar ahí - hasta los huesos se hacen
blandos. Y tus oídos ni se diga, ese sibilo
estridente que te perturba y que de chicx no
entiendes. Tomar pulques, cervezas o rusas
si estamos crudxs. Comer, eventualmente.
Estar en lo que llaman un temazcal pero que
nada tiene que ver con los toritos, o con los
materiales orgánicos.
Este temazcal se hizo un baño casi
doméstico: azulejos, regaderas, bracero, y
- eso sí - un ramo de plantas medicinales,
mágicas, aromáticas que cambian todas las
horas. Ser pacientes para que el movimiento
lento del trapo remueva lo muerto del cutis.
Cada quien tiene su trapo y algunxs tienen su
piedra, la herramienta responde a la mano y
al volumen del cuerpx. Hay manos de otrxs
que te arreglan tus huesos, y manos que te
enjabonan. Hay personas que en el vapor se
mueren; me gusta pensar que también su
alma se haga líquida y se escabulla del
cuerpo como agua.